Marcelo Buitrago

Esto no significa que Estados Unidos deje de ser el país más afectado: el estado de Nueva York sólo ha sido superado por Brasil y Rusia en número de contagios y por Reino Unidoe Italia en muertos. Además a nivel país, el número de muertes reportadas (98.300) es más del doble del siguiente país más afectado (Reino Unido 37.130).

Más bien el alerta de la OMS da cuenta del ritmo de expansión geográfica y temporal de la pandemia: de China a Europa, de allí a Estados Unidos, y ahora a América Latina. Pero al ser un país de extensión continental, el mismo ritmo se verifica en territorio yanqui: de los grandes centros urbanos y el noreste (donde empieza a declinar) junto al  medio oeste industrial  hacia el sur manteniéndose en el medio oeste. Un informe del Imperial College de Londres estima que a nivel nacional hay  un 4% de personas infectadas, pero con  una gran variación entre estados: para Nueva York se calcula un 16% de la población infectada.

Además sugieren que la epidemia no está en control en gran parte de los EEUU, ya que 24 estados se encuentran con una tasa de reproducción superior a 1[1], encontrándose los casos más graves en el sur y en el medio oeste,y que una mayor movilidad después del relajamiento del distanciamiento social conducirá al resurgimiento de la transmisión, “predecimos que las muertes durante el próximo periodo de dos meses podría superar las muertes acumuladas (91.000 al momento del informe ) en más de dos veces si la relación entre movilidad y transmisión se mantiene sin cambios”. Texas, el segundo estado más poblado del país es el principal foco de atención junto a Florida.

Su estudio sugiere que las pruebas rápidas, el rastreo de contactos y las precauciones de comportamiento son cruciales para compensar el aumento de la transmisión asociado con el aflojamiento del distanciamiento social.Sin embargo, estas políticas no se aplican: Los Ángeles, un mes después de comprometerse a testear a todos los residentes y trabajadores de las residencias de ancianos, sólo ha llegado a un tercio del objetivo, y los funcionarios de Salud han reducido drásticamente sus planes para hacerlo. En notas anteriores nos hemos referido al negacionismo criminal de Trump, pero aquí queremos destacar que la devastación ha ocurrido mayormente en los grandes centros urbanos y estados demócratas: la mayoría de los 100 grandes centros urbanos, donde vive un tercio de la población, tienen una tasa de infección tres veces más alta que el resto.

Y los demócratas también se han demostrado incapaces de contener la pandemia. A pesar de haber sido los primeros en decretar las cuarentenas, y en general los últimos en levantarlas, no han podido proveer de equipos de protección suficientes a su personal de Salud; la licencia por Salud por Covid-19para las y los trabajadores provino de una ley federal (no todos los estados demócratas la tenían) y se han demostrado incapaces también de testear masivamente y de rastrear los contagios. Tampoco han podido garantizar la salud de los trabajadores del transporte ni de los comercios que debieron continuar trabajando, ni superar el colapso del sistema de Salud de Nueva York. El sindicato National Nurses United, por su parte,denuncia que el 84% de las enfermeras encuestadas  no han sido testeadas.

América Latina: donde el virus del trabajo en negro potencia la pandemia

Nos hemos detenido brevemente en Estados Unidos, porque el ritmo del avance de la pandemia se repite también aquí. Aunque hay que advertir que el beneficio de poder proceder más tarde es limitado: aún es mucho lo que hay que analizar y comprender, según los especialistas. En Estados Unidos los científicos especulan aún sobre  los motivos de la disparidad entre Los Ángeles (2.000 muertos) y Nueva York (20.000 muertos) con el mismo tamaño de población; o dentro de California, entre Los Ángeles y el Área de la Bahía de San Francisco con una tasa de cinco veces más de mortalidad en la primera.

Brasil,Perú, México y Chile ya son casos catastróficos. A mediados de abril, Estados Unidos tenía entre 5 y 10 veces más nuevos casos por millón de habitantes que ellos, hoy todos lo han superado y Chile tiene el triple. Brasil y Perú han superado a  China en número de contagios y Chile y México lo harán próximamente.

En los cuatro países se aplicaron políticas totalmente distintas, que fracasaron en contener la pandemia, y ahora viene el peor escenario.

Chile aplicó el estado de excepción, con una cuarentena totalmente limitada, pretendiendo instrumentar la pandemia para acallar la protesta social, llevando adelante testeos que lo ubican como el país de Latinoamérica que más hizo en relación a su población; cuando intentó levantar las pocas restricciones se disparó su curva de contagios, lo  que lo ubica en el primer lugar del mundo de nuevos casos en relación a su población y sigue subiendo.

Perú aplicó una cuarentena aparentemente súper estricta en lo formal y de manera temprana (los argentinos varados en Cuzco no podían llegar a Lima para volver al país), con una amplia ayuda económica,pero hoy se ubica en el segundo lugar mundial después de Chile en nuevos casos diarios en relación a su población, y su curva sigue en ascenso.

México empezó minimizando la pandemia, diciendo su Presidente que ni siquiera era una gripe, que la gente se podía abrazar, que había que salir a los restaurantes  para fortalecer la economía, para finalmente ceder y tener que declarar muy tardíamente la cuarentena hacia fines de marzo; su nivel de testeo es uno de los más bajos de toda América Latina, lo que ya es toda una definición. Y su número de muertos (7.600) no guarda proporción  con los infectados declarados; su tasa de letalidad[2] sería la más alta del mundo, pero es obvio que el número de infectados es muy superior al declarado oficialmente. Hoy México es el tercer país en nuevos muertos diarios después de Estados Unidos y Brasil.

Brasil fue el extremo de la negación, con la política criminal de Bolsonaro de tratar a la pandemia de “gripecita”, sólo contrarrestada parcialmente por los gobernadores que declararon las cuarentenas por su cuenta, de manera similar a lo que pasó en Estados Unidos; sus datos de testeo no son claros ni periódicos y la OMS tuvo que sacar una declaración suspendiendo el uso de la cloroquina y la hidroxicloroquina como posible tratamiento, recomendado por el genocida,  diciendo que puede tener efectos adversos, “entre ellos una enfermedad grave y la muerte”.

Como en Estados Unidos, la pandemia no se extendió en esta primera fase  por todos los países: Chile y Perú concentran  la inmensa mayoría de los casos en sus capitales, Brasil en sólo cinco estados, con epicentro en Río y San Pablo, mientras que en México el número parece más repartido, pero el escaso nivel de testeo impide saber la realidad del país.

Toda América Latina está afectada por la decadencia de su salud pública a lo largo de décadas (Chile directamente casi no la tiene), su escaso número de camas de terapia para hacer frente al brote, su personal sanitario precarizado e insuficiente y por la “informalidad laboral”: a medida que nos adentramos más profundamente en la región, más aumenta la misma y la obligación de salir de casa para comer.

No alcanza con las cuarentenas, o los testeos, o las campañas de difusión, en forma aislada y excluyéndose mutuamente, para combatir a la pandemia: Chile eligió los testeos, Perú la cuarentena, México la superstición y la  cuarentena en última instancia. Ahora, cuando sus curvas de contagio se vuelven imparables, deben enfrentar el colapso de sus sistemas de salud, eligiendo a quiénes dar las pocas camas de terapia disponibles.

Como la inmensa mayoría de los países capitalistas, fueron incapaces de ordenar cuarentenas estrictas y de manera temprana, garantizarlos equipos de protección adecuados al personal sanitario, aplicar testeos masivos, rastrear los contagios y aislarlos, y garantizar condiciones mínimas a los trabajadores “esenciales”, con el agravante de una mucho más débil respuesta de ayuda social, que vuelven imposibles las cuarentenas en la región: la “renta básica universal” o como se la quiera llamar, es imprescindible aquí para garantizar el aislamiento social;  lo demás es un discurso perverso, que llama a “quedarse en casa” mientras la necesidad, sin necesidad de palabras, empuja a salir.

Así Perú pretendió realizar una cuarentena a la fuerza, con toque de queda,cuando la inmensa mayoría de su población vive el día a día en la informalidad: como conclusión la gente salió igual como pudo  y hay más de 4.000 policías contagiados; el Mercado de frutas La Victoria en Lima dioel 80% de sus trabajadores contagiados cuando se preparaba su reapertura. El mismo grado de informalidad laboral  provocó aglomeraciones en el Banco de Perú, el único que pagaba el bono del gobierno. Y  dispone hoy de 800 camas de terapia, ya ocupadas, para una población de más de 30 millones de habitantes. En Chile, Piñera estableció ahora la cuarentena en Santiago para parar el brote y las balas para parar la protesta de los que necesitan trabajar el día a día en la informalidad para comer. En México hace días que López Obrador habla de “vencer la curva de contagios” con el simple expediente de no hacer pruebas, mientras lo muertos se siguen acumulando en un número creciente.

Dejamos a Brasil aparte porque su pronóstico es funesto si la movilización no logra echar a Bolsonaro: una proyección de la Universidad de Washington eleva sus hoy 23.473  muertos a unos 125.000, entre un rango probable de 67.000 a 218.000.

El Imperial College en su estudio inicial en marzo ubicaba  el número de muertos entre 44.000 y 206.000, de acuerdo a cuándo  se adoptasen las medidas de distanciamiento social; a más demora en implementarlo, más pérdida de vidas. Hoy insisten que, en ausencia de la introducción de medidas de control para frenar la transmisión,Brasil se encamina a una epidemia que continuará creciendo exponencialmente, y ya alcanzó a Estados Unidos en el número de nuevas muertes diarias, y esto es sólo el comienzo.

El “enemigo invisible” del que hablan todos los gobiernos sin embargo tiene aliados bien visibles: la informalidad laboral, las condiciones de vivienda y hacinamiento, la mala alimentación, la falta de agua potable, las enfermedades asociadas a la pobreza que tornan a la población más vulnerable, han sido condiciones que muchos gobiernos han profundizado, otros las han arrastrado o simplemente las han recibido, pero con las cuales ninguno ha avanzado un milímetro en mejorarlas. Será entonces tarea de las y los trabajadores organizarse y ponerse en pie para modificarlas, luchando contra estos gobiernos  sostenedores del orden social capitalista. Esa será la mejor manera de combatir la pandemia.

Test cada 1.000 personas

Nuevos casos diarios por millón de habitantes


Notas

[1] La tasa de reproducción  refiere a cuantas personas puede contagiar cada infectado. Se considera a 1 como el umbral crítico: si cada infectado puede contagiar a más de una persona, el brote está fuera de control.

[2] La tasa de letalidad refiere a los muertos sobre el total contagiado.