Liberaron al violador. Alejando Saavedra es el principal acusado del caso “La Manada”– un término inapropiado que la prensa utiliza para designar la violación grupal de una joven de 18 años el 15 de diciembre de 2018. Él fue puesto en libertad ayer por un juez llamado Walter Pérez durante una audiencia de apelación celebrada en la Sala Penal tercera de Santa Cruz. Él obtuvo la detención domiciliaria bajo el pago de una fianza. Y ella ganó el silencio, el rechazo y la culpa por ser violada. La decisión no solo ofende a la víctima, sino a todas las mujeres que luchan diariamente contra el machismo y la violencia de género en el país.

El nombre elegido para el crimen se usó por primera vez en España cuando cinco hombres violaron una chica en 2016 durante la tradicional fiesta de San Fermín en Pamplona. La historia es similar: la justicia tardó, intentó culpar a la víctima, cambió la palabra violación por abuso (2018) y otorgó libertad provisional a los delincuentes. Las Manadas se jactan de sus crímenes, juegan con violaciones sexuales, articulan métodos para ejecutarlas, violan, atacan, drogan a las mujeres y, al final, cuentan con el apoyo del estado patriarcal.

“Yo tengo la conciencia tranquila. Yo actúo siempre en base a lo que establece la ley”, dijo el juez boliviano. Walter es uno de los vocales puestos en enero por el exministro Jerjes Justiniano y Jeanine Áñez- la presidenta que proclamó el 2020 como un año de lucha contra el feminicidio. Ambos duermen tranquilos, mientras las mujeres son violadas y asesinadas todos los días. La verdad es el estado opresor es un macho violador que con pocas monedas es comprado por familias ricas y en Bolivia no sería diferente. La madre del Alejando no solo articula bien la salida de su hijo de la prisión, sino que también continúa siendo entrevistada por los medios de comunicación. Los jóvenes involucrados pertenecen a la clase alta y obtienen espacio en cualquier canal de televisión para sus familiares decir cuánto son «buenos niños”.

Según las estadísticas de 2017, en Bolivia hay alrededor de ocho violaciones diarias. Además, es la tercera nación con las tasas más altas de feminicidios en América Latina. Es inaceptable que los agresores permanezcan impunes y las víctimas sigan siendo silenciadas. En el caso español, fueron los movimientos feministas que metieron a los violadores en la cárcel. Una multitud de mujeres salió a la calle gritando el slogan «Hermana, yo sí te creo». Es hora de que comencemos esta lucha, sin confiar en el gobierno y los jueces. Ellos son cómplices de la violencia patriarcal y es necesario enfrentarlos.

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